sábado, 2 de febrero de 2013
Tres conceptos distintos sobre democracia electrónica
Autoras: Teresa Da Cunha Lopes/ Susana Madrigal Guerrero (*)
Columna de Opinión : “El Futuro de la Democracía: Un dialogo entre Académicas”
Parte I : Tres conceptos distintos sobre democracia electrónica
Resulta relevante, en los actuales contextos internacionales y nacionales de reflexión sobre las nuevas estructuras de la Sociedad de la Información y del Conocimiento ocuparnos en forma sucinta del análisis del impacto sobre las nuevas formas de participación política que tendrán, a mediano plazo, una importancia cada vez mayor en la refundación de las relaciones entre lo político, lo social y lo electoral.
Así, iniciamos esta série de columnas a cuatro manos para el Observatorio Jurídico Nicolaita y para el Grupo Crónicas Revistas, enfocando nuestro análisis sobre tres conceptos diferentes sobre democracia electrónica:
a) Teledemocracia,
b) Ciberdemocracia
c) Democractización Electrónica (Hagen)
También cada uno de estos conceptos varia en referencia a la tecnología por la que aboga (televisión por cable, redes telemáticas); la preferencia por una concepción democrática determinada (directa o representativa); la dimensión de participación política que es considerada como indispensables para la democracia (información, discusión, voto, acción política); y, el procedimiento político que se pretende perseguir (progresista, conservadora, comunitaria, libertarian.
Igualmente, los conceptos expuestos dependen de su propia historia, así como de los atributos culturales e institucionales del sistema político en el que se formulan. Estas visiones comparten la creencia de que las diversas potencialidades de aplicación los nuevos medios ofrece a los sistemas políticos de las democracias avanzadas – interactividad, mayor rapidez en la transmisión de datos, la creación de oportunidades para la comunicación de muchos a muchos, la abundancia de información o los nuevos medios de control para el usuario -, pueden contribuir favorablemente en el proceso de mejora del sistema que se trate y erradicar algunas de sus principales imperfecciones. El principal objetivo para los partidarios de la democracia electrónica, independientemente del concepto que defiendan y en el que se ubiquen,23 es la voluntad por tratar de elevar el nivel de participación política.
a) Teledemocracia.
En la democracia electrónica el concepto más antiguo es el de Teledemocracia. En esencia, trata de establecer más formas de democracia directa en el interior de los sistemas políticos a través del empleo de las nuevas tecnologías de la comunicación, principalmente el uso de la televisión por cable (TVC). Durante las décadas de los ochenta y los noventa, científicos de la política y sociólogos con esta premisa, experimentaron con aplicaciones prácticas. Inspirándose en ello, avisoraron y proclamaron que la teledemocracia sería la vía para solucionar la mayoría de los problemas políticos más apremiantes a escala mundial (Alvin Toffler, 1980 o John Naisbitt ,1982). De un modo menos especulativo y basándose en modelos democráticos más complejos y elaborados, teóricos de la democracia recomendaron la necesidad de establecer ensayos con diferentes aplicaciones de los dispositivos teledemocráticos (Benjamin Barber, 1984 y Robert Dahl ,1989).
Considera que las principales causas de la actual apatía de la ciudadanía en la esfera de participación política, residen en la frustración, la alienación del electorado en la estructura de la democracia representativa y en los efectos derivados de la actividad informativa llevada a cabo por los medios corrientes destinados a la comunicación de masas. Argumentan el distanciamiento excesivo de los gobiernos de los ciudadanos en su vertiente más individual. Los nuevos medios de comunicación podrían ayudar a acercar de nuevo el gobierno a los hogares de los ciudadanos sin obstáculo de tiempo, espacio y tamaño de población, que genera formas de democracia directa pensadas con anterioridad pero no aplicadas de una manera práctica debido a dichos obstáculos. Los avances en las tecnologías de la comunicación abren por primera vez, las posibilidades para una participación directa de los ciudadanos en el proceso de toma decisiones (Toffler).
Uno de los puntos centrales en las convicciones de los teledemócratas, radica en considerar que el clásico gobierno representativo no responde de un modo apropiado a la creciente pluralidad de inputs políticos en el marco de una Sociedad de la Información que se consolida progresivamente. Únicamente formas de democracia directa o “democracia fuerte” (strong democracy como la ha denominado el teórico Benjamin Barber, 1984) serán capaces de generar outputs políticos que satisfagan las demandas de los ciudadanos. Las instituciones representativas no son propias a los problemas del siglo XXI y proponen una forma de democracia semi-directa, en la que las nuevas tecnologías de la información son cruciales: la ciudadanía podría, por primera vez en la historia, empezar a materializar muchas de sus propias decisiones políticas (Toffler). El principal objetivo de la teledemocracia pasa por devolver el poder “perdido” al pueblo. El uso de las TIC son instrumentos para empoderar a la población para configurar procedimientos, establecer prioridades, realizar políticas de importancia y participar en su implementación.
En una palabra: la teledemocracia supone el uso de las telecomunicaciones para otorgar el impulso a la ciudadanía con el objetivo de alcanzar su propia gobernanza, en una clara preferencia por las formas de democracia directa, concentrada en las dimensiones del voto y la actividad política dentro de las esferas más propias de participación. Al mismo tiempo, los teledemócratas buscan generar la mejor y más completa información política para el electorado, ya que es primordial para fomentar una participación política más efectiva.
Cabe decir que el escepticismo de los experimentos vinculados a la democracia electrónica estuvo presente desde el inicio y se fue extendiendo.
A pesar de que una de las experiencias exitosas fue el proyecto de uso de la TVC a nivel local (como por ejemplo el proyecto “Reading”) que permitió a los partidarios de la teledemocracia la posibilidad de mantener una visión optimista de frente al futuro.
A principios de la década de los noventa en Estados Unidos, los argumentos de la teledemocracia encontraron legitimidad y reactivó el debate teórico acerca su conveniencia, basados hasta el momento en algunos de los escasos proyectos o experiencias piloto, en dos acontecimientos.
Una las campañas presidenciales; la populista del candidato presidencial Ross Perot, que televisó los encuentros o reuniones ciudadanas como uno de las prioridades en la estrategia mediática de los políticos y científicos sociales y la de Bill Clinton al dejar los medios tradicionales e inursionar a los nuevos medios electrónicos como herramientas a través de las que efectuaba las reuniones ciudadanas. Tendencia llevada a su auge por el actual Presidente Barack Obama , tanto en su primera campaña como en la reciente reelección.
El segundo motivo que impulsó el renacimiento de la teledemocracia, fue el avance experimentado en el campo de los nuevos medios de comunicación, sus nuevos formatos y por supuesto, el explosivo crecimiento de redes computarizadas.
Pese a que el uso de las computadoras e Internet está desplazando a la televisión como plataforma política, la discusión sigue. Algunos teóricos permanecen fieles a las creencias basadas en el uso de la comunicación a través de la televisión como sustento básico para lograr la implementación de este mismo ideal.
b) Ciberdemocracia.
Sus contenidos responden directamente a la evolución de las redes computarizadas (Hagen). Este tipo de redes tienen una gran ventaja sobre las formulaciones centradas en el uso de la TVC: más interactivas y permiten vías de comunicación de muchos – a – muchos, y no sólo un flujo de uno – a – muchos. Esta idea, es el marco central para la generación de beneficios colectivos, presentando mayores capacidades que aquellas teorizaciones vinculadas a revoluciones comunicativas previas, no percibieron tales posibilidades. Los restantes partidarios de la ciberdemocracia, confían en que la creación de la comunidad y su refuerzo a través de las redes de CMC pueden construir y recuperar buena parte del capital social perdido que ha sido anhelado por parte de científicos y analistas políticos durante la década de siglo pasado. La red hace posible la existencia de comunidades virtuales de ciudadanos comunes, a un coste relativamente bajo y les otorga impulso intelectual, social, comercial y quizá el más importante, el político.
El sector conservador de la ciberdemocracia, comparten la importancia de la red como un instrumento esencial para la construcción y refuerzo de la comunidad, pero advierten el profundo impacto en los modos dominantes de producción. Los bienes materiales ya no constituirán el recurso principal del siglo XXI, lo será y es, la información. Una de las principales prioridades del concepto de ciberdemocracia, es la organización democrática del espacio virtual. Sus autores y difusores coinciden en que el principal enemigo a combatir es el centralismo, tanto en las estructuras políticas como en las informativas, que está ampliamente relacionado con los procesos de deterioro de las formas vitales de autogobierno. La importancia política de la CMC, reside en su capacidad para afrontar el monopolio político existente en los influyentes medios de comunicación y quizá, en su capacidad para revitalizar el concepto de democracia basado en la ciudadanía.
Tanto ciberdemócratas como teledemócratas, claman por más formas directas en relación a los gobiernos. Éstos últimos, inciden en los aspectos de participación política desde otra perspectiva: la discusión y la participación política en su vertiente de carácter más comunitario; es la esencia sobre la que trabajan. Su primordial preocupación, consiste en (re -) crear comunidades virtuales y no virtuales como base que contrarresten las formas centralizadas de gobierno.
c) Democratización electrónica.
Esta noción, a diferencia de la Teledemocracia y la Ciberdemocracia, no busca establecer modalidades de democracia directa, aunque sí mejorar la situación de las estructuras y mecanismos de democracia representativa (Hagen). Para sus seguidores en las diversas vertientes, el mayor potencial de la nueva tecnología de la información, reside en su capacidad para realzar la democracia mediatizada (Zinder, 1994). Su primer objetivo es lograr aumentar las dimensiones de los canales y vías destinados a la provisión de información. La meta a perseguir es el reforzar la democracia a través de las nuevas tecnologías, de manera que se incremente el poder político de los ciudadanos cuyo rol se encuentra habitualmente minimizado en los procesos políticos fundamentales. Afirman que con estos postulados se logra ubicar a una mayor cantidad de ciudadanos en las esferas de poder (Hacker y Todino, 1996).
Así, la preocupación es en torno a cómo extender a la población en general las “ventajas informativas” que las redes CMC han otorgado a los miembros de las elites. En este sentido, el sistema político democrático obtendría importantes ganancias en todas sus dimensiones. Sostienen que la apatía política y el desencanto con el gobierno no se originan en la estructura básica del sistema político representativo, sino en ciertas imperfecciones y disfunciones localizadas en su interior que pueden ser remediadas. Esta vertiente demanda la creación de nuevos y alternativos (en relación a los mass media) canales y modos de información y comunicación entre la población y sus representantes electos. De manera que este ideal comunitario-representativo de democracia electrónica, se opone al ideal de democracia directa que aparece en los restantes conceptos de democracia electrónica, señalados por Hagen.
Asimismo, la democractización electrónica enfatiza que las redes computarizadas son un instrumento válido para reforzar a la sociedad civil, con reducidos costes de transacción y organización en las asociaciones y grupos de interés (Bonchek, 1995) y destaca la importancia de los intercambios de información y las discusiones políticas en el marco de las actividades de participación. Esta concepción ha sido crucial en la implementación de muchos de los usos políticos a los que han sido sometidas las redes computerizadas en la actualidad, especialmente en los sistemas de información política, ya que favorece las formas de democracia representativa sobre aquellas propiamente de democracia directa.
En síntesis. Del examen de las anteriores tipologías se extrae como primera resultado que el debate sobre las posibilidades que la aplicación de las TIC ofrece a los sistemas políticos de las democracias avanzadas, oscila entre dos posiciones. Por un lado, aquellos que plantean su utilización para mejorar las capacidades y el rendimiento de la democracia representativa. Por otro, los que plantean la superación de esta democracia representativa, sustituyéndola, en mayor o menor medida, por mecanismos de democracia directa.31 Entre ambos se situarían las posiciones intermedias representadas por los partidarios de combinar democracia representativa y democracia directa, en una especie de democracia de nuevo tipo, tratan de aprovechar las ventajas de ambos sistemas.
La tendencia futura parece encaminarse a la reducción de estos tres tipos de democracia electrónica a dos: ciberdemocracia y democratización electrónica. La desaparición paulatina del enfoque de la teledemocracia vendría dada por el abandono de la TVC como objeto tecnológico y su sustitución por las redes telemáticas en CMC o Internet.
En segundo lugar, conviene tener presente que la aplicación de las TIC a los sistemas políticos democráticos se produce en el marco de un debate acerca de la crisis de participación que se vive en las democracias occidentales.
El abordar el uso de las TIC en la política a partir de la premisa de que su generalización puede contribuir al incremento de la participación y, por ende, solucionar los problemas de desafección democrática, no es un planteamiento acertado, como se pone de manifiesto en forma breve mas adelante.
Es suficiente decir aquí, que las razones de la desafección y la falta de interés de los ciudadanos por la política son complejas y profundas y las TIC por sí mismas, no tienen una incidencia directa significativa en el incremento de los niveles de participación. Más bien, lo que su aplicación y potencial provoca, es que aquellos ciudadanos que ya están interesados por la política y que ya participan (denominados «líderes de opinión»), vean facilitada y ampliada enormemente su participación en los asuntos públicos.
Teresa Da Cunha Lopes/ Susana Madrigal Guerrero (*) son Investigadoras del Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UMSNH y co-autoras del libro “Teoría del Estado”. La columna "El Futuro de la Democracía: Un debate entre académicas" es publicada en convenio con el Grupo Crónicas Revista
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