miércoles, 4 de mayo de 2016

Capitalismo, pluralismo y Conflictos culturales

Autor: Teresa Da Cunha Lopes*

Título: Capitalismo, pluralismo y Conflictos culturales


Resumen: En los últimos años del siglo XX han sido frecuentes las manifestaciones de los nacionalismos7 que han conducido a la fragmentación de los Estados, pero el resultado de este proceso ha sido la formación de más Estados.

Palabras-Clave: estado, conflictos pluriculturales,globalización

Introducción

Se ha señalado que la globalización no es excluyente de lo local; de hecho, se trata de dos fenómenos simultáneos. La tendencia a la homogeneidad implícita en la globalización cultural no ha sofocado las diferencias culturales. Más bien se observa un resurgimiento de conflictos pluriculturales (1)en el interior de algunos Estados, lo que es interpretado como causa potencial de desintegración y manifestación del carácter artificial de los Estados.

La fragmentación de los Estados en unidades más pequeñas se ha justificado por razones económicas e ideológicas. Mientras que en épocas pasadas, el desarrollo económico exigía Estados grandes y viables, los mercados globales posibilitan la existencia de organizaciones políticas de menor tamaño. El uso de la tecnología permite a los países no ser dependientes sólo de sus recursos naturales y, en todo caso, las desventajas políticas de una reducida dimensión pueden superarlas integrándose en organizaciones internacionales.


I.- Apologistas del mercado y el argumento de la eficiencia económica

Los apologistas de los mercados globales también defienden la eficiencia económica de los países pequeños y critican la obsolescencia de los Estados tradicionales. La ineficiencia de los Estados deriva de sus diferencias territoriales respecto a las preferencias de los consumidores, infraestructuras y tasas de crecimiento. Por el contrario, el Estado-región posee “el tamaño y la escala adecuadas para ser verdaderas unidades operativas en la economía”. Una dimensión apropiada se cifra entre los cinco y veinte millones de habitantes.

La presión de los mercados globales a favor de la descentralización política no está exenta de riesgos (2). Aparte de que se abre la posibilidad de contribuir a una mayor desigualdad regional, acarrea dos peligros añadidos de índole económica: a) el aumento de la inestabilidad podría derivarse de la indisciplina fiscal local y regional; b) la sumisión de los gobiernos regionales a los intereses especiales de grupo daría lugar a la utilización inadecuada de los recursos. Por lo tanto, también son razones de eficiencia económica las esgrimidas para justificar “cierto grado de coordinación y control centralizado”

Si bien la experiencia histórica revela que, en la mayoría de los casos, la nación ha sido una creación del Estado y ambos se han desarrollado unidos, en los últimos años se ha planteado la posibilidad de desvincularlos.

Según KEATING (3), el declive del Estado no supone el de la nación. Por el contrario, se trata de una forma de movilización política que conserva su potencialidad frente a la decadencia de otras ideologías. El nacionalismo proporciona identidad colectiva, suministra una base en la que asentar la solidaridad ante el atomismo del mercado. Se trata, pues, de una ideología con capacidad para erigirse en un principio de organización social y política, no necesariamente asociada al Estado. Ahora bien, no todos los elementos del nacionalismo, según KEATING, son positivos. El “nacionalismo étnico” se caracteriza por basarse en la identidad racial o en la ascendencia común, se trata de un nacionalismo excluyente. Por el contrario, el “nacionalismo cívico” se identifica con los valores del liberalismo. La identidad nacional en este caso está determinada por instituciones, religión, costumbres, recuerdos históricos, etc. Es, precisamente, este nacionalismo basado en valores cívicos el que tiene capacidad para integrar y no ser excluyente toda vez que su idea de nacionalidad compatible con el reconocimiento de otras identidades.

II.- Dicotomia entre nacionalismos negativos y positivos

Sin embargo, la dicotomía entre nacionalismos negativos y positivos plantea dudas. En la práctica es difícil encontrar movimientos nacionalistas que se apoyen exclusivamente en elementos étnicos. En líneas generales, la etnia también ha incluido características religiosas (4) ,culturales, históricas y costumbres comunes. Por otra parte, la organización cívica también se apoya en una identidad cultural que alimenta la pertenencia de los grupos diferenciales. No se duda de que el nacionalismo facilite la integración, pero, por su propia naturaleza, contiene también rasgos excluyentes. También hay que admitir la posibilidad de que los nacionalismos cívicos no reclamen el monopolio de la lealtad. Por ejemplo, en los estados federales se combinan diferentes lealtades. Sin embargo, la combinación de varias lealtades no siempre ha logrado el equilibrio. En estos casos, la ciudadanía común superadora puede ser percibida por las minorías como una amenaza para su existencia (5).

Finalmente, se defiende que los nacionalismos cívicos no aspiran a la creación de Estados-naciones. Sin embargo, las naciones no pueden prescindir de una determinada organización política y social. De hecho, no hay que olvidar que la autonomía política y cultural no siempre satisface a las reivindicaciones nacionalistas (6) (por ejemplo: las organizaciones vascas independentistas). Además, no es tan clara la emergencia de nacionalismos cívicos disociados de la creación de Estados. En los últimos años del siglo XX han sido frecuentes las manifestaciones de los nacionalismos (7) que han conducido a la fragmentación de los Estados, pero el resultado de este proceso ha sido la formación de más Estados. Por último, cabe pensar que una excesiva fragmentación de unidades políticas 8dificulta la articulación de organizaciones supranacionales que exige la interdependencia de las sociedades contemporáneas.

Pluralismo

La corriente pluralista enlaza parcialmente con las ideas del liberalismo clásico, en particular con las de MADISON (8), por su defensa de la existencia de intereses heterogéneos en las sociedades. No obstante, existen diferencias. Mientras para Madison las facciones, pese a ser inevitables, son perniciosas y debían neutralizarse mediante la representación política; para los pluralistas, la diversidad de intereses es una característica consustancial de la democracia. Su existencia evita que se imponga una mayoría tiránica y garantiza la viabilidad de la misma democracia.

Sin embargo, esta corriente adquiere un mayor impulso con la obra de Robert DAHL, quien califica a las democracias (9) liberales con el término de “poliarquía”(10). estudia el funcionamiento del sistema político estadounidense, pero la aplicación de sus conclusiones plantea obstáculos en ámbitos distintos del americano. Por ejemplo, la debilidad de los partidos políticos, la mayor influencia de los grupos de presión en la canalización de los intereses o lo reciente de su tradición estatal son rasgos característicos del sistema norteamericano no compartidos con otros países europeos.

El objeto de estudio por excelencia del pluralismo son los grupos; objeto que se presta más fácilmente al análisis empírico que el Estado, y el método a seguir es el comportamiento observable, esto es, los grupos que participan e influyen en las decisiones. Hay razones, por lo tanto, para asociar el pluralismo con la revolución metodológica conductista.

La idea característica del enfoque pluralista se refiere a que el poder está disperso en numerosos centros y ninguno de ellos domina por completo a la sociedad. En consecuencia, no existe un único centro de poder. Este presupuesto viene a resquebrajar la consideración del poder estatal como un poder soberano. Según los pluralistas, la dispersión del poder es debida a que los recursos políticos no se distribuyen uniformemente. Es evidente que los grupos no están interesados en influir en todos los ámbitos de decisión. Además, puede suceder que la existencia de un grupo poderoso suscite la organización de otro que restrinja su poder; por ejemplo, las organizaciones sindicales frente a las organizaciones empresariales.

En torno a esta posición han aparecido posturas críticas, que señalan que en muchas ocasiones las políticas públicas las inician actores públicos no precisamente para responder a la presión de los grupos sino porque muestran intereses propios y, en definitiva, es el Estado el que posee recursos y legitimidad para elaborar y aplicar las políticas.

Desde la perspectiva pluralista, la política se caracteriza por ser un proceso de negociación entre intereses en conflicto que garantiza la solución pacífica de los mismos. En este contexto, la función del Estado es regular o armonizar el enfrentamiento entre intereses. El Estado es, pues, un ámbito neutral. Según estos planteamientos, el núcleo de actividad política son los grupos y no el Estado, el cual no es más que una de las múltiples asociaciones a las que pertenece el individuo. El Estado no posee un único interés, los intereses en la sociedad son heterogéneos lo que plantea obstáculos insuperables para lograr un consenso sobre el contenido del interés general.

Sin embargo,los pluralistas discrepan respecto de las posturas marxistas en que el poder derive de la clase socialmente dominante (11). Además, como los intereses son heterogéneos, no son reducibles a los de naturaleza económica. En relación con los elitistas, los pluralistas disienten que exista una única elite en el poder. Por su parte,desde posiciones elitistas, se objeta a los pluralistas que el poder es acumulativo.

Notas:

(1)SARTORI; La sociedad multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo, extranjería, Taurus, Madrid, 2001.

(2) SEN, Amartya: Development as freedom. New York: Alfred A. Knopf.1999

(3)KEATING, Michael: “Paradiplomacia y Redes regionales”, en Revista Valenciana d’Estudis Autonómics, no. 36 monográfico, 2002, pp. 39-50

(4)NAVARRO VALLS, R. et al, :Estado y religión: textos para una reflexión crítica, Ariel, Barcelona, 2000

(5)KYMLICKA, W.: Ciudadanía multicultural. Una teoría liberal de los derechos de las minorías, Paidós, Barcelona,
1996

(6)HOBSBAWN, E. : Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, Crítica, 1997

(7)HUNTINGTON, Samuel P.: El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial , Barcelona, Paidós, 1997

(8)MADISON, Hamilton, presidente de EUA y uno de los Founding fathers es el autor del “Federalista no. 10”. Una de los mejores análisis de MADISON ha sido publicado por Léo STRAUSS en el libro de ensayos “Historia de la Filosofía Política”, publicado en México por el FCE. El Federalista No. 10 continúa la discusión comenzada por HAMILTON en el Federalista No. 9. El autor había enunciado el carácter destructivo que podía tener el comportamiento faccioso en una república, por lo cual MADISON aborda la posible forma de eliminar sus efectos negativos. MADISON define a la facción como "un número de ciudadanos, que puede ser tanto una mayoría como una minoría del total, unidos en un accionar motivado por pasiones o intereses contrarios a los derechos de los demás ciudadanos o contrarios a los intereses permanentes de la comunidad". El autor identifica la distribución desigual de la riqueza, generadora de la división en clases sociales dentro de la sociedad, como la causa principal de la facción. Como consecuencia, Madison ve a la democracia directa como un peligro para los derechos individuales y aboga por la democracia representativa (a la que llama república) para proteger a la libertad individual de la regla de la mayoría o de los efectos de las desigualdades en la sociedad.

(9)DAHL, Robert A.: Democracy and its critics. Yale University Press, 1989

(10)DAHL, Robert: Polyarchy; participation and opposition. New Haven: Yale University Press, 1971

(11)Ver : BOLTANSKY, Luc y Eve CHIAPELLO: Le nouvel esprit du Capitalisme. Ed. Gallimard, Paris,1999